Los lectores cubanos de las tabaquerías

lectores de tabaquería

Las personas que leen a los trabajadores de las fábricas de cigarros cubanos. Son los lectores de tabaquería y encargados por ejemplo, de leer al Conde de Montecristo, mientras se hacen puros Montecristos

Todas las mañanas a las 8:30 Gricel Valdés-Lombillo se monta una plataforma en la fábrica de cigarros H. Upmann y comienza el primero de sus turnos de 30 minutos para leer a un público de 150 torcedores o tabaqueros. Durante todo el día los entretendrá con fragmentos de noticias, horóscopos, recetas y, lo más importante, lecturas dramáticas de la literatura. En una carrera que comenzó en 1992, ha leído «El Conde de Montecristo», un favorito de muchos años entre los torcedores, tres veces. La popularidad de esta historia de venganza es el origen de la marca cubana Montecristo. Otros 250 trabajadores -despalilladoras (removedores de hojas), rezagadores (selectores de envoltura) y escojedores (graduadores de color) – oyen las lecturas de la Sra. Valdés-Lombillo a través del sistema de megafonía.

lectores cubanos

Los lectores de tabaquería han estado leyendo en las fábricas de cigarros desde 1865, cuando Nicolás Azcárate, líder de un movimiento para la reforma política, propuso la práctica como una forma de educar a los trabajadores y aliviar el tedio. Tal vez influenciados por los textos que escucharon, los tabaqueros ayudaron a ganar la independencia de Cuba de España y más tarde fundaron sindicatos.

Alrededor de 200 lectores de tabaquería siguen trabajando en Cuba y, a pesar de la televisión y de Internet, no muestran signos de desaparecer. Los cigarros son una de las pocas industrias de exportación que está prosperando. Mientras que las exportaciones de mercancías de Cuba han caído, las ventas mundiales de cigarros han aumentado. La UNESCO está considerando si designar la lectura como una forma de «patrimonio cultural inmaterial», lo que debería ayudar a mantenerlo en funcionamiento.

Los propios trabajadores eligen los lectores de tabaquería. «Este es el único trabajo en Cuba que se decide democráticamente», dice un empleado.

La audiencia es exigente

Los torcedores aprueban señales tocando chavetas, cuchillos en forma de ostra, en sus mesas de trabajo; golpearlos en el piso muestra desagrado. Votan sobre material de lectura: la Sra. Valdés-Lombillo terminó recientemente «A Time to Die» de Wilbur Smith, un novelista sudafricano, y «Semana Santa en San Francisco», de Agustín García Marrero, cubano. Cuando las lecturas se vuelven eróticas, los torcedores proporcionan un acompañamiento de sugerentes efectos de sonido. Y se ríen cuando un horóscopo sugiere que alguien podría heredar una fortuna.

Como muchos lectores de tabaquería, la Sra. Valdés-Lombillo ha ido más allá de su papel oficial para convertirse en consejera, confidente y líder de la comunidad. Ella ha sido un locutor en los juegos de béisbol de la fábrica y un elogio en los funerales. Si la comida de la cafetería es demasiado salada o las hojas de tabaco se vuelven demasiado húmedas para rodarlas, ella se lo dirá a los gerentes.

Pero los lectores de tabaquería ya no actúan como espuelas para disentir. Granma, el periódico del Partido Comunista, forma parte de la tarifa literaria diaria de la Sra. Valdés-Lombillo. Ella describe los pensamientos y hechos de Raúl Castro, el hasta ahora presidente de Cuba, y hará lo mismo con su sucesor. Las opiniones de exiliados y disidentes no tendrán una audiencia. A diferencia de los tabaqueros y los lectores, el partido rara vez pasa a una nueva página.

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